No había más salida, no había escapatoria alguna, tenía que decidir. Decidir entre la libertad de sentir lo que quisiese o el amor de el. Cuando lo observé a los ojos, le di un suave beso y lo abracé, el se echó a llorar y me pidió que por favor me quedara, que no me fuese, que no lo dejara solo. Y es que en mi mente, solo cabía la idea de las contradictorias opiniones de los demás, aunque yo lo amaba con la mayor de las pasiones con las que pocas veces se ama, por una razón o por otra lo dejé. He pasado días enteros golpeando mis nudillos contra el cemento, pensando por qué habré sido tan ciega, por que habré dejado escapar aquello que me hacía feliz. Tan solo pensaba en mí, en lo que yo quería, hasta que me di cuenta que sólo lo quería a el y que todo lo que necesitaba era su amor. Y hoy estoy aquí como un cobarde contando mi historia, para que nadie vuelva a cometer el mismo error que yo cometí cuando abandoné al amor de mi vida, y aprendí que lo más grande que puede ocurrirte en esta vida es amar y ser correspondido.